Colombia, una tierra de contrastes
De Colombia, lo más sorprendente es el color, el contraste entre esos marrones de la tierra, esos verdes de la vegetación y ese cielo tan azul. Todos ellos tienen colores muy fuertes. Hasta cuando llueve, y allí llueve bastante porque está en pleno trópico, los colores no pierden su habitual intensidad.
Por todo ello, ellos viven en technicolor, y que nosotros lo hacemos en blanco y negro. No me puedo imaginar ese país en fotografías en blanco y negro. Es un lugar de color y de vida, de vida a lo bestia, en un sentido no sentimental de la palabra “vida”.
Ésta es una de las razones por las que Sudamérica en general, y Colombia en particular, deberían figurar como viajes imprescindibles en la agenda de cualquier aficionado a hacer turismo. A pesar de que se trata de un país muy pobre, eso no impide que la sensación de alegría invada todas sus calles.
Eso se nota especialmente en su forma de bailar, y en la música que tienen. Esos ritmos tropicales son preciosos. Y a pesar de esa sensación de alegría, el contraste de los colores también se puede comprobar en las personas, ya que hay mucha diferencia entre las clases altas privilegiadas y las clases más pobres.
En ese país hay mucha pobreza, hay zonas impracticables llenas de lo que ellos llaman “casitas”, que son miles y miles de barracas amontonadas.
Los descubridores de ese continente en el momento de pisar por primera vez aquellas tierras debieron de pensar que habían tomado alguna droga alucinógena.
A su llegada, la sensación debió ser algo así porque, de repente, te encuentras con un escenario absolutamente diferente y salvajemente hermoso.
Cinco siglos más tarde, creo que esa sensación se mantiene.
Allí te encuentras con un panorama repleto de belleza en el sentido más amplio de la palabra. Se trata de un lugar un poco peligroso, por lo que no puedes presentarte en cualquier sitio como si nada, debes dejarte guiar y no ser aventurero en exceso.
Existe un conflicto social permanente y, además, las noches no son tan iluminadas como las de esas ciudades europeas llenas de farolas. Pero no deja de ser como cuando se va a Nueva York o a Londres, ciudades en las que tampoco resulta recomendable meterse en según qué barrios.
De todas formas, la sensación de terror que se puede tener en algunos barrios europeos o en Nueva York, solo se suele tener en Colombia. Evidentemente que te puede ocurrir algo, pero basta con tomar las precauciones normales para evitarlo. Y hay una parte de esa peligrosidad que llega a resultar intrigante, no desde el lado snob europeo del peligro, sino porque los colombianos tienen una cultura de la muerte que nosotros nunca hemos tenido.
En definitiva, parece que estén más preparados para morir y eso se debe a una tradición indígena que se puede vivir en la misma calle. De hecho, simplemente con pasear por las calles colombianas se puede vislumbrar esa mezcla real en sus habitantes, con mucha gente que tiene rasgos indios; algo que, por ejemplo, en Argentina ya casi no se ve. Santa Fe de Bogotá tiene una altura increíble. El aterrizaje resulta muy bonito porque el avión entra entre montañas.
Allí, en Santa Fe de Bogotá, está la Zona Rosa, un lugar repleto de bares y de gente joven donde las armas son bastante habituales, pero lo que realmente resulta una preciosidad es La Candelaria, que es el barrio antiguo de Bogotá. En ese lugar, todo son casas coloniales, muy bajas, en un barrio que es tan inmenso como bello. En La Candelaria me impactó, puedes aprovechar para comprar en sus tiendas algunas piezas de oro que suelen estar a un buen precio.
Por lo que respecta al teatro colombiano, se trata de un teatro muy apasionado, hacen unas representaciones muy salvajes y cuentan con buenos intérpretes. En Bogotá disponen de un prestigioso festival que se celebra cada dos años y que fue la razón que me llevó hasta aquel país.
Gastronómicamente lo que más destaca es la fruta tropical. Tienen frutas de todos los colores, y todas ellas con un sabor bestial. También comen mucha carne, pero lo que a mí realmente me sorprendió fue su fruta.
En Colombia no hay que limitarse a su capital, hay que salir por los alrededores y, sobre todo, lo que no se debe dejar pasar es la posibilidad de pisar la selva. Es una experiencia impresionante. La selva es un escenario muy cerrado, en el que hace mucho bochorno y humedad, y que está lleno de todo tipo de sonidos y ruidos extraños.
La verdad es que, en ese sentido, se acerca mucho a lo que se ve normalmente en las películas, pero, además, es un lugar que se vive muy intensamente, y que produce una sensación que jamás podremos hallar en uno de nuestros bosques europeos.
Para seguir conociendo más te invitamos a leer saber la gastronomía de Colombia y las bebidas típicas colombianas.