Equilibrio financiero en una empresa
La gestión financiera de una empresa es uno de los aspectos más delicados de toda la actividad empresarial.
Almacenar demasiada liquidez o, por el contrario, no disponer de fuentes de financiación flexibles y planificadas puede tener consecuencias desastrosas para la vida de la empresa.
Por lo tanto, es esencial tener los conocimientos adecuados para identificar y resolver los problemas financieros a los que puede enfrentarse su empresa.
En este sentido, el concepto de equilibrio financiero se convierte en un elemento esencial.
Desde un punto de vista estrictamente empresarial, una empresa está en equilibrio financiero cuando las fuentes de financiación a corto plazo financian los usos financieros a corto plazo y las fuentes de financiación a largo plazo financian los usos a largo plazo.
En la práctica, la estructura financiera de una empresa es equilibrada cuando las fuentes de financiación, fondos propios o deuda, se utilizan para las necesidades financieras a largo plazo, compra de activos fijos. Mientras que otras fuentes de financiación actuales, préstamos a los accionistas, o líneas de crédito con elasticidad de caja, están destinadas a financiar inversiones financieras a corto plazo.
Es indudable que a lo largo de la vida de una empresa pueden producirse situaciones de insuficiencia financiera. Estas situaciones están vinculadas a la necesidad de ampliar la propia empresa, salvo en los casos más graves por las crisis de mercado.
En estos casos, conocer los instrumentos financieros correctos a utilizar puede realmente marcar la diferencia entre la supervivencia y la extinción de la empresa.
El objetivo que debe alcanzar cualquier empresa, como hemos visto, es el equilibrio financiero. Se trata de conseguir la combinación correcta entre las distintas fuentes de financiación posibles.
Sin embargo, no es algo tan fácil de conseguir. Para lograr el equilibrio financiero, es necesario identificar las características esenciales de una estructura financiera.
Características que pueden hacerla sólida y capaz de soportar las dificultades financieras a las que se puede enfrentar una empresa en su vida.
Las características fundamentales de los instrumentos de financiación de las empresas pueden resumirse como sigue:
Homogeneidad. El capital invertido debe ser homogéneo con respecto al tipo de necesidades a cubrir. Por ejemplo, si uno tiene la intención de comprar una propiedad, será más apropiado pensar en una forma de financiación a medio y largo plazo que a corto plazo. Que puede ser más adecuado para cubrir los activos corrientes.
Flexibilidad. Capacidad para modificar la estructura financiera en relación con la evolución de los acontecimientos empresariales. Para reproducir un equilibrio constante entre usos y fuentes.
Elasticidad. La posibilidad de que la empresa tenga más margen de maniobra en sus decisiones financieras.
Economía. La maximización del diferencial entre la rentabilidad de la inversión, entendida como beneficio ligado a las ventas, y el coste del capital propio o de la deuda.
Lograr el equilibrio financiero mediante la consecución de estos principios no es fácil.
Sin embargo, la consecución de este objetivo puede llevar a la empresa a reducir el riesgo de insolvencia y el riesgo de iliquidez.
El riesgo de insolvencia está relacionado con la incapacidad de cumplir los compromisos a medio y largo plazo.
El riesgo de iliquidez está vinculado a los déficits temporales de tesorería durante el desarrollo de la actividad.
Toda empresa necesita recursos financieros, en forma de capital, para llevar a cabo sus actividades.
Hay dos tipos de instrumentos de financiación a los que puede recurrir una empresa:
Financiación de capital (ampliaciones de capital) o Financiación mediante capital de terceros (préstamos, créditos, prórrogas de pago concedidas a los proveedores).